Este tiempo de cuaresma es un tiempo que la Santa Madre Iglesia nos regala para la conversión y el arrepentimiento, y para que, asistidos por la gracia de Dios, podamos restablecer nuestra comunión con Él, con nuestros hermanos y hermanas, y con nosotros mismos. El tiempo de cuaresma es, pues, un tiempo de gracia en el que el Señor nos invita principalmente a la reconciliación.
Nosotros los seres humanos necesitamos signos o símbolos que nos ayudan a vivir nuestra fe. Estos signos y símbolos expresan de una manera física y visible esas cosas que nosotros creemos, o las cosas que vivimos interiormente. Para explicar de cómo los signos externos nos ayudan a expresar lo que hay en nuestro interior les pongo el ejemplo del anillo de bodas para los que están casados. El anillo es un signo externo de un compromiso que se lleva en el interior.
Al inicio de este tiempo de cuaresma nosotros tenemos el signo de la ceniza con la que el sacerdote o el ministro marcan nuestra frente haciendo una señal de la cruz. Al marcar nuestra frente con la ceniza nos dicen: “arrepiéntete y cree en el evangelio.” Y nosotros al recibir la ceniza nos comprometemos a buscar la conversión y a buscar las maneras de acrecentar nuestra fe en el evangelio.
La tradición de usar ceniza como un signo de arrepentimiento y deseo de conversión data desde antes del cristianismo. En la cultura hebrea las personas, cuando cometían acciones que atentaban contra las buenas relaciones con Dios y con los demás, se cubrían totalmente de ceniza y usaban un vestido de sayal lo cual es una tela áspera, rasposa. Al cubrirse de ceniza y vestir de sayal las personas expresaban públicamente que eran pecadores y que necesitaban reconciliarse con Dios y con la comunidad. En el cristianismo, desde sus inicios, se ha seguido esta practica de utilizar la ceniza como un signo visible de que somos pecadores y de que nos reconocemos con la necesidad del perdón de Dios.
En algunos lugares durante la imposición de la ceniza el sacerdote dice: “recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás.” Y la ceniza es un recordatorio de la fragilidad de nuestra vida.
La ceniza es hecha de palmas que se queman, generalmente de olivo, que fueron bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior.
Pidámosle a Dios que en este tiempo de cuaresma el Señor nos regale la gracia de la conversión, es decir de ser mejores personas, de abrirnos al perdón de Dios y a poder perdonar a los demás.
P. Manuel Rosiles, MSpS
Administrador Parroquial
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